domingo, 27 de abril de 2008

novela- andrea la mama ocllo del pabellon 7

ANDREA, la Mama Ocllo del pabellón 7







Naylamp









Las pacientes se desplazaban hacia el salón donde se observan mesas dispuestas ordenadamente en cuadrilátero, junto a ellas unas bancas verdes y al fondo una gran mesa rectangular.
En una de las bancas, cerca de la ventana próxima a la puerta que conduce al patio interior, se sonríe apaciblemente una anciana moviendo rítmicamente la cabeza al compás de una canción andina. En sus manos una aguja con lana y en el tablero de la mesa se observa un trozo de yute en el que va elaborando unas hileras que forman contornos de diferentes colores y que van del centro a la periferia matizándose ordenadamente, como la bandera del Tahuantinsuyo . El conjunto se ve como un todo armónico de cuadriláteros concéntricos cuyos colores le dan un aspecto vistoso, alegre. “Permiso Andrea…” - le dice una paciente. Ella se levanta pausadamente, la mira, le regala una sonrisa y deja escuchar unos sonidos bajos, gruesos, mientras que con la mano izquierda le toca el hombro dándole una suave palmada y vuelve a sentarse. Su actitud denota que está atenta a todo lo que sucede en el ambiente, sigue el ritmo de la música, se relaciona con la demás compañeras, sonríe al que la mira. Todos en el pabellón 7 del Hospital Victor Larco Herrera la respetan y le tienen cariño.
Son las 8 y 30 de la mañana. Se apaga la música y se da inicio al matutino Es una asamblea general que todas las mañanas reúne a pacientes y personal para evaluar lo que hicieron el día anterior y programar lo que se hará ese día. Se inicia repartiendo los medicamentos a todas y cada una de las mujeres que allí se atienden. Luego se presentan informes, pedidos, se lee el periódico, se presenta el coro, se escenifica una pequeña obra teatral con mensaje educativo y un poema de Vallejo es leído por una de las más jóvenes del grupo. Bruscamente se levanta María diciendo “…doctor, doctor, ayer me han robado mi pasta de dientes, mi jabón y mi Ace.” Se escucha un rumor en la sala. Otra paciente se levanta y pregunta “¿Cuándo me voy de alta?” La psicóloga que dirige la reunión le dice “...el jueves se tratará eso.” Es lunes, Andrea permanece en su sitio, tranquila, mira para todos lados y va sonriendo a todo el que cruce su mirada con ella. Sus manos no descansan, bajo la mesa sigue pasando los hilos por el yute.
“Se agradece la participación de Tatiana”, dice la psicóloga. “Vamos a cambiar el Cuadro de Honor….en esta semana estarán…Andrea, Gladis y Blanca.” Todos aplauden, Andrea sonríe, lleva sus manos a la cara y luego aplaude alegre, contenta de su nominación. La invitan a levantarse, le abren paso y lentamente, encorvada, cargando un pesado bulto en el hombro derecho hecho de una sabana sucia, se dirige hacia la mesa grande y se sienta junto a las otras dos elegidas como símbolo de colaboración en la Colectividad Terapéutica. Terminada la ceremonia, la psicóloga dice “Damos por terminada la reunión …continuamos con las actividades programadas.” Todos se levantan, se origina un momentáneo desorden. Las pacientes salen a los baños y algunas se dirigen a sus dormitorios. La reunión duró una hora y se otorgaba diez minutos de descanso para volverse a encontrar en la misma sala que se convierte en un taller de laborterapia. Cada paciente se ubica en su mesa. En la pared se leen los nombres de las comisiones en las que se organiza todo el grupo. Son seis comisiones y en cada una hay de 8 a 9 pacientes, cada una tiene un cuadro clínico diferente. Una de ellas ha sido nombrada como responsable y recibe el apoyo de 5 alumnos de enfermería que vienen a participar en un programa de capacitación especial. Dos técnicos de enfermería supervisan y estimulan las actividades de los grupos. Andrea, se ubica en la comisión de disciplina. Levanta trabajosamente su bulto y comienza a abrirlo. Toma un tarro de café mediano. Lo abre y comienza a sacar trozos de lana, clavos y pequeños ovillos de hilos de colores, en un retazo de tela saca trozos de chompa, algodón y gasa. Siempre sonriendo toma los clavos y comienza a hilar, usando los algodones y luego las gasas. Con los retazos de chompas trabajaba deshaciéndolos, haciendo un ovillo y luego los hilaba pacientemente, convirtiéndolo en un hilo que los ponía en un carrete vacío para usarlos cuando lo necesitara. Entre la sabana sacó una alforja todavía incompleta. El diseño era propio con una profusión de colores y formas geométricas que ella elaboraba mecánicamente, como de memoria, sin mayor mayor esfuerzo.
El personal va pasando por las mesas dejando material. A unos les pone un puñado de retazos, a otros les da palillos de tejer o crochets, a otras les da agujas, lanas, hilo, yute o telas. A los l5 minutos de terminada la primera reunión el ambiente se ha convertido en un panal de abejas, solo un murmullo recorre el gran salón. Todas trabajan tranquilas. Las ancianas van deshilachando los retazos y haciendo pequeños montículos que se juntaban y se iban colocando en unas fundas hechas de telas de vistosos colores, que se convertían en almohadones mullidos, listos para la venta. Otras van haciendo chalinas o chompas y hay quienes elaboran secadores, manteles y servilletas.
A las 10 de la mañana el silencio se rompe por el metálico ruido del coche de cocina que trae unas jarras color verde y naranja y unos bolos de metal con una gran olla con un líquido humeante. Las alumnas toman los depósitos y reparten los bolos a cada paciente que saborean la hierba luisa y cuando hay, traen soya, avena y en raras ocasiones leche.
Cada paciente recibe su ración, en la mesa de Andrea, se produce un altercado. Julieta exige que le den más. Ella tomó dos raciones y quiere otra, a pesar de que Felicia le dio la suya porque la considera su hija y la sobrealimenta sin preocuparse por su propia alimentación. Andrea levanta su bolo, hace un gesto de sorpresa y lo retira de sus labios. “Está caliente”, mira a la alumna de su costado, le sonríe y deja el depósito esperando que se enfríe. Sólo en ese instante dejó sus dos clavos con los que va hilando. Han transcurrido dos horas y a las ll y treinta se da la orden para salir a realizar otra actividad. Cada comisión se desplaza a diferentes lugares. Unas van al patio para jugar, otras a la biblioteca a leer, otras van a un ambiente interior a bailar. Tras ellas va Andrea. Hoy ha tocado baile a su grupo y ella, pese a su edad, participa bailando huayno. Se ríe, se mueve con pasos suaves, hace gestos y aplaude. Hay armonía y ritmo en sus movimientos, viene una alumna, la toma de las manos y la lleva para hacer una ronda, con todo el grupo, luego sale del centro y baila con un alumno que le hace coqueteos y ella responde con una serie de mohines. No se le ve agitada ni cansada, se aprecia una gran vitalidad en esa menuda mujer de años indefinidos. Ella muestra un gran deseo, alegría de compartir, de estar allí, con todos gozando de la música andina.
A las l2 y treinta el salón se convierte en comedor. Suenan los utensilios de cocina y rueda el coche trayendo las charolas con su rancho ralo, escaso. Sólo un bolo de caldo de verduras y de segundo un plato de guiso de trigo y un plátano. Se escuchan voces de protesta. Blanca reclama por la comida tan pobre “Así me voy a volver tuberculosa…¿Esto es comida? Todos los días trigor y trigor…” se levanta haciendo gran ruido con las bancas que caen estrepitosamente…y se dirige a los lavatorios, sin dejar de lanzar al aire su descontento. Andrea come pausadamente, uno a uno se van levantando las pacientes y dejan sus depósitos en el coche. Ella se va quedando sola .Come sin prisa, toma uno y otro bocado de rato en rato. Se acerca una alumna. Ella le toma la mano, la invita a sentarse a su lado y con señas y gesticulaciones le explica que la comida está algo cruda, que no es fácil digerirla. Le hace ver que tiene temor a atorarse. No hay palabras. Con gran esfuerzo y paciencia se logra escuchar una voz gutural que expresa un reclamo sordo, sin voz. Su humor no cambia, no muestra estar molesta, sólo mira y se sonríe, complaciente, tolerante. La alumna toma la cuchara, machuca y mezcla las menestras y las moja con el caldo. Se la pone en la boca y ella lo recibe agradecida , siempre sonriendo y festejando con las manos, demostrando sorpresa de ser tratada como una niña .Todos se han ido y ella es la única en el gran salón. Termina sus alimentos y va con sus cosas hacia la cocina donde deja la charola y toma una escoba con la que sale de regreso al comedor luego de lavar lo último que quedó. Comienza a barrer con destreza, buscando que todo se quede limpio, que ningún resto de comida se le pase. Esos pequeños ojos trajinados en sus tareas de tejido y de hilado distinguen bien todo lo que hay en el piso. Nadie la interrumpe ni le hace compañía, sólo ella está en el salón donde se hicieron tantas actividades temprano. Algo va mascullando, pero no es una queja, tampoco es llanto, parece cantar una tonada que le da ritmo a sus brazos y piernas y la lleva de un lado hacia otro sin cansarse, gozando de hacer algo que expresa que está viva, que, así como se recibe se tiene que dar, es la reciprocidad aprendida ancestralmente.Terminada su tarea ,va hacia su cuarto . De una a dos de la tarde descansa en su cama . Cierra los ojos y su mente se pierde en sombras de imágenes y recuerdos pasados. A su cerebro vienen cerros ,punas nieves y llamas, vicuñas, trigo, cebada,canto, minka, mote, cancha ,queso, balidos de ovejas. Nadie sabe donde nació Andrea. Algunos dicen que vino de Huamachuco, .Por esas tierras fértiles ,llenas de vida y color , corrió,pastó sus animales ,crió sus aves de corral ¿Cuál habrá sido su vida?, ¿Qué habrá sido de su infancia?. Su mirada dulce , su humor estable, su apacible figura son el reflejo de un mundo de paz y soledad, de algarabía y canto , de rumor de río Marañón, de croar de ranas y cantar de grillos, de canto de buho y cielo estrellado ¿De dónde vino Andrea ,..no hay duda que de los andes, de algún valle, de alguna puna, de algún nevado, bajó como el cóndor a la gran ciudad.¿Qué trajo Andrea hasta esta ciudad? Son muchas las preguntas sin respuestas .¿Y su familia?, ¿Tuvo padres? O nació de las lagunas como Mama Ocllo y vino a enseñar tejido, laboriosidad..¿Quién le enseñó el hilado, el uso de la rueca?¿En qué Ayllu aprendió este arte de ser gente y esa laboriosidad ,reciprocidad y gentileza? Junto a una madre también como ella ,tuvo que aprender a esquilar la oveja o la vicuña y tomar la rueca para fabricar hilos en grandes madejas , que con algún arte misterioso se convierten en colores del arco iris , y con los que construyó sus alforjas ,polleras , chullos y otras prendas . Quizás fue Andrea una Colla destinada exclusivamente a la fabricación textil en un Ayllu ,porque ese es su mejor arte ,cargado de secretos milenarios ,lleno de misterios y magia, esencialmente hermoso ,alegre, vital.
Viniera de donde viniera, Andrea,tiene las virtudes de Mama Ocllo ¿Quién le cambió el nombre? Nadie sabe cómo llegó a la ciudad,por su apariencia tiene más de 80 años de edad. Muchas pacientes fueron recogidas de la calle ,quizá ella también llegó con ese grupo y no se sabe a qué edad llegó y qué tiempo lleva ya en este hospital. Ya son las dos de la tarde ,comienzan a llamar para la laborterapia . Andrea se despereza lentamente , se sienta al borde de la cama. Van entrando las alumnas y de la mano llevan a las pacientes hacia su lugar de trabajo. Una de ellas se acerca hacia la cama de la anciana ,la toma del brazo derecho y le brinda apoyo para poner los pies en el suelo . Su morral está puesto como almohada ,lo toma y se lo coloca de la manera habitual , colgado del hombro derecho. Sale con la joven , siempre riendo y va mascullando algo , que sólo se expresa en sonidos guturales No se sabe cómo perdió el habla. Algunos creen que al traerla de su tierra a temprana edad , sólo hablaba quechua o aymara y en la casa donde la alojaron para que trabaje, no la dejaron hablar su lengua , ni la enviaron al colegio y como sólo servía para la limpieza no necesitó hablar ,sólo escuchar y trabajar para luego ir a dormir en la azotea donde se comunicaba con la luna y las escasas estrellas del cielo limeño. No había con quién hablar, no había nada que decir . Otros piensan que cuando la recogieron de la calle por donde deambulaba al fugarse de la casa aquella , la llevaron directamente al Manicomio y ella vió que la que se quejaba, gritaba o pedía algo la llevaban a un cuarto y la echaban en una cama le colocaban algo en la cabeza y gritaban mientras todo su cuerpo temblaba y salía espuma por la boca. Más tarde les preguntó como era eso y lloraron en su hombro pidiéndole que nunca se deje poner esos fierros que quemaban el cerebro . Ella veía al hombre de bata blanca que siempre iba al cuarto ese y machucaba el botón de la caja que las hacía temblar a sus amigas y le sonreía , luego se alejaba de él para que no se le vaya a escapar algún insulto ,alguna queja y la lleven para ese cuarto de los gritos . Desde entonces aprendió que mejor era quedarse callada ,que la casa era grande pero habían otras como ella, que hablaban raro, pero ella las entendía. Salir de allí era imposible , por lo demás ¿a dónde ir? En la calle nadie da nada gratis y las noches son frías, y los hombres acechan y los carros amenazan y además ya hay muchos como ella llenando los basurales y los rincones donde solía dormir un poco. Mejor quedarse allí, en esa casa grande donde lo importante era no hablar y hacer lo que siempre había hecho .
Le tocaba ir a la huerta .Baja despacio las gradas de la puerta interior y atraviesa el patio . Al fondo se ven pequeñas chacras divididas por piedras blancas, y que cada paciente cuida diariamente. Ella toma un balde , y se dirige a la poza de agua para llenarlo. Su chacra está al final de la huerta, cerca de la higuera. Las lechugas ya están creciendo. El olor a tierra húmeda, el agua y los árboles le traen recuerdos . En algún lugar de las serranías hay una casa donde ella nació y creció hasta cierta edad en la que ,junto a su madre acompañó al padre en la siembra y la cosecha de muchas plantas . Ella conocía como sembrar y preparar el terreno para que la planta le dé mejores frutos.Una y otra vez va y viene llevando el agua, luego se sienta al borde de la acera para descansar . Unas palomas silvestres la observan y bajan para picotear a su alrededor. Ella saca de su bolsillo un pan y lo va trozando para tirarles las migas y pedazos. El espejo de agua del pozo refleja la luz que baña su rostro cruzado de arrugas y sus ojos pequeños brillan en sus cuencas con las imágenes que bullen en su cerebro. El arroyuelo cercano a la casa que le servía para regar sus plantas en la tierra lejana , también tenía un espejo de agua y las torcazas, más grandes que estas palomas venían a calmar su sed sin tenerle miedo , acercándose y jugando entre sus pies desnudos, mientras ella hilaba , cantaba y le sonreía a la vida en sus tiernos años . Jacinta ,la saca de sus sueños , la empuja , está irritada, suele ser agresiva, va hablando sola en palabras que ella comprende pero que no puede compartir con nadie, porque ha aprendido a callar y Jacinta no le perdonaría que diga sus secretos , sus mensajes que sólo ellas conocen porque sólo las dos hablan quechua, en ese lugar. Las palomas levantan el vuelo hacia el techo. Están acostumbradas ,como ella a esos arrebatos, agitaciones y gritos de las moradoras de la casa grande. Jacinta sigue su tarea. Va llegando Hilda . Delante de ella ,en hilera van, bulliciosos unos patitos de patas negras y cuerpo amarillo intenso como la yema de los huevos que ella comía en su casa, de las gallinas que la mamá tenía .Entre Hilda y los pequeños van tres patos adultos. El más grande extiende sus grandes alas y las bate al aire ,ha visto el pozo de agua y está entusiasmado con los rayos del sol que caen verticales llamándolo a zambullirse y gozar de ese momento de libertad. Ellos se han apoderado del lugar ,las palomas contemplan de arriba el espectáculo y Andrea lanza gritos sordos, se ríe enseñando sus encías desdentadas, levanta los brazos alborozada, aplaude con sus manitas de piel apergaminada mostrando su sorpresa y felicidad ante el espectáculo de la vida animal que comparte en ese trozo de mundo incierto, desconocido , en el que ella vive años y que nadie le ha dicho para que está y hasta cuando. Ella no recuerda a qué edad llegó a Lima , carece de conocimiento de números y letras ,por lo que no sabe de años, meses ni almanaques. Quizá ella en alguna laguna de altura , encantada, por la soledad , cuántas veces había gozado de los patos silvestres, haciendo lo mismo , en las heladas aguas ,cuya inquietud se rompían en ondas concéntricas en cada zambullida de esos animales de altura. De esas regiones la sacaron cuando aún era niña para traerla a la gran ciudad, a trabajar en una casa que tenía de todo, muchos objetos que ella jamás había visto y que nunca había necesitado. Allí atendió a niños y mayores, dio de comer a sus ovejas y aves del corral de su madre. Como ellos nunca le hablaron ,sólo la miraron y lanzaron interjecciones y algunas palabras que ella nunca pudo comprender como comprendió a sus animalitos a los que sirvió bien sin esperar que se lo agradezcan. En esa casa nunca más pudo ver cerros, ni cielos estrellados, ni arroyos serpentinos de aguas cristalinas. Nunca vio patos ni palomas, sólo vio pisos para lustrar, trastos para lavar y perros finos para alimentar, y luego encerrarse en su cuarto y callar, sólo callar y escuchar sin poder hablar. Quizá por eso un día ella abrió la puerta mientras los otros dormían y salió a la calle por donde caminó, caminó , noches y días sin saber a dónde ir. Las plazas y mercados la asustaron por sus gentes bulliciosas y agresivas,por lo que prefirió salir de noche ,entre sombras,hasta que la encontraron dormida en un jardín donde le gustaba quedarse para recordar el olor del pasto de sus chacras, de sus campos . La invitaron a subir a un camión y allí vio a otras como ella que tampoco hablaban para los otros, los de la ciudad , pero sí entre ellas, y la trajeron para la casa grande donde ahora vive , pero no recuerda cuántos años. Cuando le dijeron que suba no le preguntaron si quería ir , sólo la empujaron hacia arriba.
Las demás pacientes dejaron sus baldes y se acercaron a ver el espectáculo. Los patos mostraban lo que era vivir la vida , rendir pleitesía a la naturaleza, aprovechar sus elementos y hacer de ellos sus juguetes para pasar un momento de libertad, sin importar quién los mire, lo importante era el estar allí viviendo, sintiéndose capaz de hacer lo que uno quiere, en armonía con el universo y sus fuerzas , sus vibraciones más infinitas. Ella sí entendía ese mensaje, sabía del canto de las torcazas, del diálogo del grillo con la luna, del ladrido del perro a las estrellas fugaces que cortan el cielo en noches de claridad y de vuelo de buhos nocturnos de ojos de luceros , y de temores ante el canto de la paca,paca.
Eran las 4 de la tarde..,terminó la faena agrícola . Andrea recoge su balde ,va hacia la chacra de alfalfa, corta unas ramas, las mete en el balde . La alumna mira atentamente, todo lo que ella hace. Ella va llenando el depósito y luego lo coloca en su antebrazo y camina trabajosamente por el borde de la acequia que lleva el agua hacia esa zona. La alumna va tras ella ,atenta a cualquier problema. Su andar es un poco trabajoso por los zapatos grandes que pesan y bailan en sus pequeños pies. Se ve obligada a tener que arrastrarlos para evitar que se le salgan. Hubiera preferido caminar descalza, pero allí no la dejaban. Cuando recién llegó, era aún muy joven, iba sin zapatos y nadie se preocupó por darle otros. Le pusieron una bata nueva de flores azules, que la amarraron hacia atrás con un gran lazo. Fue lo único nuevo que le dieron. La llevaron a la ducha y le pidieron que se bañe ,luego la pasaron hacia el comedor y le dieron comida. Algunas gritaban y otras se resistían a sacarse su vieja ropa con la que las encontraron vagando por las calles de la ciudad. Ella no hizo nada por contrariar a esas personas, se bañó, se cambió y fue a donde la llevaron y se sentó y en silencio comió, luego de muchos meses, una sopa caliente y un plato de segundo con menestras y arroz. Era mucho más de lo que tuvo por mucho tiempo luego de que salió voluntariamente de la casa de la patrona. Después que comieron la llevaron a un cuarto largo donde habían varias hileras de camas. La ayudaron a subir a una que estaba casi en el centro de la fila cerca de las ventanas de la derecha. Desde allí podía ver el jardín y contemplar el cielo. Todas las noches miró por la ventana ,pero nunca pudo ver una estrella en ese cielo plomo de Lima .Desde ese día las levantaban temprano ,las hacían que se bañen y les daban su desayuno. El personal, algunas señoras mayores, con caras parecidas a otras que ella tenía en su memoría de alguna minka de su pueblo, no les hablaban mucho, sólo las jalaban y las mandaban limpiar ,barrer y luego del desayuno las sacaban a todas al patio interior .Muchas pasaban las horas tiradas en la loza fría en invierno y caliente en verano. Le traía el recuerdo de sus animalitos tirados en el corral, esperando que ella les abra la puerta para ir a comer al campo. Así vivieron muchos meses y años ,no sabe cuántos ,porque nunca llevó la cuenta. A veces las llevaban a misa fuera del pabellón y se reunían con otras mujeres como ellas y también con hombres . Ellos iban vestidos de uniformes con letras grandes que no entendía, todos del mismo color . Algunos iban con los pelos cortados al rape. Al salir de la capilla formaban colas largas para que les repartan un poco de chocolate con un bizcocho. Era el día más alegre de la semana. Podía ver gente y respirar otros olores diferentes al mismo de todos los días en el pabellón , humedad ,orines y heces de las viejitas que se hacían en la cama y demoraban en cambiar durante el día. Muchas veces ella misma tuvo que lavar esas sábanas y bañar a las pacientes para no asfixiarse con el hedor. Prefería estar en el patio. Adentro todo era oscuridad y gritos. Con el tiempo se acostumbró a todo eso ,total ella nunca podría salir de allí y tampoco podía pedir nada porque al que levantaba la voz la llevaban al cuarto de los temblores . Muchas de sus amigas, de las que vinieron con ella en el camión se fueron poniendo raras, torpes,caminando como sonámbulas, y algunas agresivas, de tanto llevarlas al cuarto aquel. Ella aprendió a callar como lo hacía en la casa de su patrona. En esa casa se subía a su cuarto ,cuando ya no tenía tareas y soñaba con su vida en el campo y sus animales y cantaba en su lengua, y bailaba como en las fiestas de la cosecha y la siembra y en los carnavales. Hoy ya no tenía esos recuerdos ,se le habían ido de la memoria. Las cosas cambiaron bruscamente un día que no recuerda. Llegó un médico joven. Los otros eran viejos y gritones ,siempre mandando y fumando ,sin mirarlas ni hablarles nunca. El joven ,de tez morena ,tenía una amplia sonrisa y las tomaba de la mano, les preguntaba por sus nombres y conversaba con ellas largamente. Un día las reunió a todas en la sala grande y les habló de no sé que cosas, les dijo que iban a hacer otras actividades . Desde ese día las cosas fueron diferentes. Había música para levantarse , todo el día era ir y venir para diferentes lados, dentro y fuera del pabellón. El jardín se convirtió en chacra y se sacó las camas de uno de los cuartos y se pusieron mesas y sillas, estantes y se llenaron de libros y comenzaron a llegar alumnos y alumnas todos los días ,en las tardes y en las mañanas. El pabellón se vió inundado por gente de toda edad que venía a trabajar con ellas a cantar, a bailar, a contarles historias y se hiceron fiestas como las de su tierra, con tropas de bailarines y disfraces y cantos como los que a ella le gustaba bailar. Todo fue diferente desde que ese médico llegó ,ya nunca nadie fue llevada a ese cuarto oscuro, nunca más se vió por allí esa caja de corriente eléctrica y sus amigas comenzaron a bailar y trabajar y salir a la calle . Ella ya era vieja para gozar de todo lo nuevo que vino con el otro médico, le hubiera gustado tener más fuerzas para tirar palana, para bailar y le hubiera gustado poder cantar, gritar que se sentía contenta, que le gustaba esa nueva vida , que todos estaban felices de ver y compartir los días con tantos jóvenes universitarios ,estudiantes amables y sus amigas ,niñas dulces que las trataban como a reinas. Ella ya había perdido el habla , ya no podía decir nada , sólo podía sonreírles ,y les sonreía y les demostraba trabajando , ayudando ,que se sentía bien allí y ahora. La alumna la apuró para salir del huerto. Ella le señaló el corral de los cuyes y hacia allí fueron llevando el pasto cortado con sus propias manos . Los cuyes conocían sus pasos arrastrados y su silencio , la recibían con grandes chillidos , que ella respondía con risas y movimientos del cuerpo ,balanceándose de un lado para el otro, mientras les tiraba una porción del preciado alimento. De la puerta interior la llaman para que tome su leche y unos panes y luego comience una nueva tarea del día. Es hora de actividades recreativas, todas están sentadas en las mesas de la sala, cada una en su comisión . Las alumnas les pasan papeles y colores y las invitan a colorear libremente. Ella toma el color negro y traza unas líneas que dibujan una casa rústica ,luego con el color marrón pinta unos cerros que lo rodean y se pierden a la distancia. El cielo lo llena de nubes como copos de nieve y en la tierra se esfuerza por dibujar unos campos verdes y el camino por donde van sus padres hacia la chacra. Va pintando y va sonriendo,sabe que la alumna le entiende lo que está haciendo. Esta le relata la historia de una niña que vive en el campo con sus padres y tiene su casita rodeada de cerros que casi llegan a las nubes .Esa niña vive feliz ayudando a sus padres a criar sus animales y sembrar el campo que pronto se llena de verdor gracias a las lluvias que caen del cielo. Esa niña un día se va a la ciudad y sus padres se quedan solos . Sus ojos se empañan y ella lleva las manos y los restrega tratando de ocultar las lágrimas que han venido con los recuerdos que le produjeron el escuchar el relato de la joven. Deja el papel y lanza un suspiro . A su edad aún extraña a los suyos, aunque no sabe dónde estarán ahora. Andrea levanta la mirada y se encuentra con un ambiente lleno de mandiles blancos que atienden a sus amigas, les toman la mano y las hacen dibujar, pintar ,mientras las van acariciando y hablándoles dulcemente. Los olores se han ido, desde la llegada de todos ellos, hoy huele a flores y desinfectante y los baños están limpios , las sábanas son nuevas y los cuartos los han pintado con nuevos colores que los hacen más alegres y vistosos. Fija su mirada en las paredes del salón y las ve limpias ,con la puerta abierta por donde entran y salen las niñas y los jóvenes que los acompañan. Nadie grita ahora, han cambiado las auxiliares de enfermería por personas más jóvenes que las tratan diferente , las saludan y las ayudan en sus tareas diarias sin obligarlas como antes. Cuando estuvo en la calle vio mucha gente pero nadie la ayudó como lo hacen aquí en el pabellón. Afuera la gente la miraba con recelo y muchos se cruzaban a la otra calle para no verla. Al ver a las jóvenes hermosas, vitales, alegres ,bulliciosas, le recordó sus amigas de la calle que eran todo lo contrario, calladas, que se escondían en los basurales y nunca reían ,dedicándose a buscar comida entre los montículos .
El médico joven llegó con sus alumnos .Ellas también ingresaron a sus clases, y escucharon lo que el médico les decía a los jóvenes . Por primera vez supo lo que era un salón de clase. Por primera vez conoció qué era un profesor y cómo era una clase. Ella vió que los niños de la casa iban al colegio y a ella nunca le propusieron ir al colegio para aprender cosas nuevas ,interesantes como las que aprendían los niños .Alguna vez se atrevió a tomar un libro del maletín de uno de ellos y lo hojeó y se sorprendió de no poder comprender nada de lo que decía ,solo los dibujos que vió la maravillaron ,cosas bonitas, figuras raras, cuerpos abiertos, plantas, animales y paisajes ,como los que ella había conocido algún día lejano ya en su memoria. En las calles vió desfiles y bailes callejeros, y aquí también llegaron militares a tocar sus instrumentos para las fiestas y ella bailó con los alumnos ,se divirtió escuchando nuevas canciones y ritmos novedosos ,movidos que se atrevió a ensayar cuando uno de los chicos la sacó a tratar de bailarlo.A su edad nunca se negó a participar, era una más del grupo y participaba como lo hacían todas sus compañeras de pabellón
Fue una tarde atareada y de grandes emociones junto a los alumnos ,hombres y mujeres como ella aunque de menor edad. Llegó a su final a las 6 de la tarde . Los alumnos las acompañan a ingerir sus alimentos de la cena .Andrea se sienta junto a Gladis ,la que le ha traido su charola y la invita a comer . Ella le tiene cariño a la anciana por su gran alegría que muestra cuando Gladis dirige el coro que, lamentablemente , no puede integrar por no poder hablar. Ella, sin embargo , aplaude con mucha fuerza cuando las escucha interpretar su repertorio variado. La anciana toma solo la sopa en la noche . Siempre levanta la cuchara a la boca con seguridad, a medio llenar , y sorbiendo para evitar quemarse. Gladis le pone un poco de arroz en su plato y ella le agradece moviendo la cabeza,mientras que sus ojos pequeños se mueven expresando alegría . La artista , le habla y la anciana sonríe, participa en la conversación muda, gesticulando y por momentos moviendo sus brazos y todo su tronco rítmicamente como expresando su contento y respondiendo con un lenguaje corporal festivo.Ambas se miran y intercambian cucharas llenas de líquido en sus propias bocas mostrando el nivel de su compenetración entre estas dos mujeres.Las alumnas las rodean y festejan sus mimos y muestras de reciprocidad . Jugando y riéndose van consumiendo su cena mientras la tarde cae en el manicomio y la puerta del pabellón 7 se va cerrando,luego de permanecer de par en par todo el día desde las 7 de la mañana, como lo ha dispuesto el nuevo jefe del servicio.Desde que él llegó la luz ingresó al salón grande a través de esa puerta ,a cuyo lindero se acercaba Andrea para ver lo que pasaba afuera. Antes nunca pudo ver los días corrientes, lo que pasaba porque su pequeña estatura no le permitía alcanzar la ventana que ésta tenía .Escuchaba que las más grandes se reían y llamaban a gritos a otras mujeres que frecuentaban el patio exterior o se acercaban a curiosear lo que pasaba dentro del 7. Con Gladis y otras comenzaron a salir hacia la calle, llevando el coro y sus trabajos manuales , a diversas Instituciones ,como Institutos, Universidades y Municipalidades.El primer día que subió a un ómnibus del mismo hospital se sintió extraña. Escuchó que irían a la Universidad de San San Marcos, para hacer una exposición y presentar el coro, teatro y grupo de danzas.Ella no entendía de qué se trataba, sólo subió y fue sentada cerca de la ventana que le permitía ver la ciudad. El ómnibus tenía unas ventanas grandes que no le dificultaban mirar . Era un espectáculo increíble para ella ver tanta gente en las calles. Veía gente como ella , caminando entre otros y que nunca las llevaron a donde ella estaba. Eso la confundió más, no entendía ,entonces porqué a ella sí la encerraron en esa casa grande que le llamaban Larco Herrera .Llegaron a la Universidad y una a una comenzaron a bajar para luego subir por unas rampas hasta un tercer piso donde se encontraba la Facultad de Psicología . Dos alumnas la acompañaban. Esta vez su morral se quedó.Fue difícil que se desprenda de él, allí estaban sus tesoros, sus únicas pertenencias, con las que creaba toda su obra que era muy admirada.Gracias a ese arte, había ganado un concurso de tejido artesanal que le otorgó un dinero con el que la llevaban al quiosco a tomar leche y algún dulce que a ella le gustaba. Hoy tenía que mostrar su habilidad a los alumnos de psicología, debería de enseñar su arte milenario para que aprecien de lo que era capaz una mujer como ella que vivía años encerrada en el manicomio más importante del país. Andrea ya se había acostumbrado a salir, le gustaba hacerlo,y cuando escuchaba que se preparaba una salida se alegraba y colaboraba en su arreglo para que la vean bien y preparaba sus trabajos para mostrarlos a todo el que se interesara en verlos. Ella siempre cautivaba la atención de los espectadores, que se admiraban de conocer a una anciana con tales habilidades y sobre todo ella las atraía con su estado de ánimo que denotaba tranquilidad, una vitalidad superior ,para su edad. Ella era la que más gozaba de las salidas. Le encantaba ver a sus amigas presentar el coro y en especial los bailes típicos. Se notaba que ella también hubiera querido bailar, zapatear como todos ,pero la directora del grupo se lo prohibía por temor a que esa delicada figura se dañe como un cristal .Sentada en una silla, en el pasadizo de la Facultad se ponía a tejer sus diseños ,mientras a su lado se exhibían sus alforjas, y otros trabajos que había hecho durante varios meses de su larga estadía. Cada trabajo era una obra de arte confeccionado de la manera más artesanal y por ello mismo demostrando una destreza inigualable.Los alumnos le llevaban regalos de dulces y bebidas que ella guardaba en sus grandes bolsillos,para consumirlos en el hospital ,compartiéndolas con sus compañeras.El regreso era triste, la pena los invadía, no por tener que volver al manicomio, sino porque se quedaban amigos y amigas que luego extrañaría por muchos días, hasta una nueva salida. Nunca quiso escaparse y hoy que salía tampoco tuvo deseo de quedarse en la calle, le gustaba ir y regresar para poder volver a regresar, porque el pabellón se había convertido en su mejor casa donde se sentía segura y sabía que estaban los que ella quería como su propia familia. Cuando el médico se acercaba ,Andrea le tomaba la mano y las besaba y le rodeaba la cintura con sus brazos mientras él le acariciaba la cabeza con ternura,llamándola mamacha Andrea, nombre que ella recibía con agrado.Ya no había miedo al hombre de mandil blanco, ya no había temor a ser llevada al cuarto de la máquina, hoy ella hubiera querido poder hablar ,gritar con fuerza, y decirle al médico que se sentía bien, que le gustaba hacer lo que hacía .
Los alumnos comenzaron a salir hacia sus casas, el ambiente se quedaba solo. Algunas pacientes veían televisión. Ella se dirige al baño para su aseo y luego se dirige hasta su cama .La luz mortecina de un foco en el techo apenas le permite ver el interior del cuarto .Para subir a la cama siempre es ayudada por sus amigas de las camas cercanas.Ella duerme con un pijama que le regaló una alumna . Su morral lo coloca en la almohada y se dispone a dormir,rendida de tantas actividades y emociones . Una de las nuevas empleadas mira, su rostro apacible irradia paz, inocencia, placidez, siente ternura, mezclada con ira profunda de pensar que esa mujer ,hoy anciana ha vivido toda su vida encerrada en ese hospital , olvidada de todos ,sin gozar de la vida exterior, sin acceso a la distracción y esparcimiento,para ella la vida se ha reducido a un ámbito simple y estrecho ,enmarcado en los muros del manicomio con su monotonía y soledad.La noche le trae los recuerdos de sus días en la ciudad como vagabunda ,sin rumbo y sin un rincón para pasar esas horas que todos pasan en el calor de sus hogares. Ella fue sacada de su casa, a temprana edad y luego a nadie le interesó saber si esa niña se sentía bien donde la llevaron y cuando salió a cielo abierto la vieron por allí y por allá sin que nadie se preocupara si tenía hambre o sentía sueño y si la soledad la afectaba y dónde pasaría los días venideros, de dónde sacaría alimentos para su cuerpo y qué conocimientos engrandecerían su espíritu y forjarían su personalidad. La sociedad la ignoraba, a nadie interesó su situación ni tomó medidas sobre una mujer joven sola , desamparada ,perdida en el bosque de cemento,que ella vió como un gran mostruo que sólo la acosaba sin protegerla.
Las mañanas amanecen con luz natural y música andina. Andrea despierta temprano,su sueño se aleja con los primeros rayos que se meten en la habitación por los ventanales que dan al patio interior.Muchas pacientes van al baño para su aseo matinal. Ella se despereza y permanece esperando que otras se ocupen primero para ir luego. Nunca tiene prisa, sabe esperar su turno pacientemente recostada en la cama. Luego ágilmente baja del catre alto para su pequeña humanidad. No es la única anciana del pabellón ,pero ella es la más dinámica , la única que se vale por sí misma y que sabe atenderse sola ,usando sus aprendizajes logrados en años de estar sola en la vida ,lejos de la familia y los suyos. Cogiendo sus cosas, va hacia la ducha donde el agua tibia la reconforta y limpia de sudores nocturnos logrando despejarla de la modorra y habilitándola para la larga jornada que traerá el nuevo día que se va abriendo con la prisa y movimientos laboriosos de los habitantes de ese lugar. Se viste con sus faldas largas que arrastra un poco y carga su bulto como siempre, y va camino al comedor luego de arreglar su pelo largo que sujeta con un lazo de trenzas que ella misma ha elaborado con las lanas de las chompas recogidas en pedazos y que guarda en su tarro de café mediano. El grupo de alimentación salió ya a traer el desayuno del local de nutrición donde se convocan pacientes de todos los otros pabellones, tanto hombres y mujeres. Ella nunca ha participado en esta tarea porque hay temor de que se caiga y pueda accidentarse, a esa actividad sólo concurren las más jóvenes y ágiles pacientes que compiten con las otras para que les despachen rápido y completas todas las raciones y los panes en número exacto a la cantidad de pacientes, junto con la mantequilla, aceitunas, o huevos duros ,que siempre reparten intercaladamente.No es sencilla tal acción. Es una lucha por ganarle a los otros y no ser atendido al final porque se recibe sobras, pueden faltar muchos panes y otros productos lo que va a ser perjudicial para muchos y puede originar pleitos entre pacientes que esperan hambrientas sus raciones. Desde que se formó la Colectividad Terapéutica, un cuatro de noviembre de l984, y se le denominó Hermilio Valdizán Medrano, se formó también la Asociación de Protección al Enfermo Mental Crónico(APEMEC), la que se preocupó de crear un almacén donde se guardaban víveres para suplir la pobre dieta que suministraba el hospital ,incluso se hizo una cocina a cargo de dos pacientes, Blanca y Anita, que preparaban alimentos cuando faltaba comida y para las fiestas. Andrea fue directo a su mesa y se sentó en la banca de siempre. Mientras esperaba que sirvan el desayuno ,desató su morral y sacó sus clavos para hilar usando las gasas y algodones recogidos y lavados previamente.Nunca desperdiciaba la luz del día , apenas comenzaba se ponía a trabajar, como un ritual de saludo al creador de todo, el Dios sol y la mama pacha.
Los días de la semana pasan raudos ,para Andrea.En cada uno se desarrollan una actividad diferente que sirve para darle contenido al programa terapéutico y así favorecer el desarrollo de la personalidad del paciente y ayudarlo a lograr reestructurar su psiquismo .Los martes se presenta el coro del pabellón. Lo dirige Gladis,amiga de la anciana que siempre le dedica algunas interpretaciones .Andrea aplaude las canciones y con sus movimientos sigue el ritmo mostrando que le gustan y las goza con especial sensibilidad,más aún si se trata de ritmos andinos , a veces la sacan a bailar y ella nunca se niega. El grupo coral sigue las indicaciones de su directora que va marcando el compás con las manos y los pies mientras su auditorio especial lo escucha con fruición ,demostrando que les llega profundamente la música y muchas veces se identifican con su letra. Andrea sigue la presentación como si ella hubiera cantado en las soledades de sus lejanas parcialidades mientras pastaba sus ovejas. Parece recordar el sonido de la quena que se pierde ululante entre las quebradas, y rompe el silencio de las punas perdiéndose en las alturas gélidas desde donde se ve serpentear un arroyuelo que con otros se van uniendo para formar un gran río ,en cuya ribera se levanta el poblado. A veces es la zampoña fuerte ,acompañada con el bombo sonoro el que viene a su memoria como recuerdo de las fiestas patronales y ceremonias tradicionales en las que se paga al Apu sagrado que resguarda y favorece el florecimiento de la comunidad donde ella vivió en días que se han perdido en los tiempos de encierro entre cemento y rejas, lejos de sus campos verdes y las tierras húmedas que dan el pan de cada día. Todas las integrantes visten sus ponchos rojos como muestra de vida y calor humano que ellas reflejan hacia todas las demás en sus canciones que refieren historias de gentes que luchan por su libertad y su condición humana. Andrea en todo momento sonríe y gesticula ,aplaude y quienes están cerca de ella escuchan sonidos guturales, que siguen a las compañeras en su vocalización armoniosa hecha canto. Los miércoles participa el teatro presentando alguna obra creada por el médico que lleva un mensaje de salud mental y una enseñanza para el bien vivir. Andrea contempla sorprendida la versatilidad de sus hermanas ,las cuales se esmeran en presentar lo mejor que pueden sus papeles. Su risa muda se apaga en sus labios y deja ver sus encías vacías ,mientras que algún chiste ha arrancado carcajadas de los otros. El teatro es para ella una actividad muy admirada, le causa mucho interés por los variados personajes que escenifican hechos de la vida real. Sus imágenes se confunden con los ceremoniales festivos de su tierra en la que diablos y pallas van avazando por las calles festejando alguna fecha especial de la tierra. Nunca fue invitada a participar ,pero ella actúa desde las bancas siguiendo con atención los temas y dando muestras de comprender perfectamente el mensaje que lleva la representación .Los jueves sale de lo rutinario y se da paso a una ceremonia especial en la que primero se hace la revisión del tratamiento de todos y cada uno de las pacientes. Es todo un proceso educativo. Se va enseñando a cada paciente qué problema sufre, y que medicina debe tomar para superarlo. Es interesante ver cómo cada una va comprendiendo el por qué y para qué de su medicación y asumen que son ellas las que se benefician y también se perjudican si no la toma. Si alguna se niega a aceptarlas ,se dá una discusión donde intervienen todos para ayudar a la que no quiere tomar ,recomendándole colaborar ,dándole razones claras del por qué debe hacerlo. Andrea es una paciente especial . Desde muchos años atrás ya no toma medicina. Ella no recibe ningún tratamiento medicamentoso.¿Entonces que hace allí?, es la pregunta común que se hacen algunas compañeras y alumnos que concurren al servicio. Nadie da una respuesta clara. El especialista dice que por su edad ya no requiere,sin embargo, las hay que siendo de igual edad que ella sí toman sus medicinas para controlar sus síntomas. Ella es considerada asintomática, no tiene molestias, no presenta desajustes psicológicos, duerme bien, nunca se agita, no tiene ansiedad¿Qué tiene?.Luego de la ceremonia inicial , a las l0 de la mañana se inicia la jornada de aseo general del pabellón. Las pacientes se dividen en grupos de acuerdo a los diversos ambientes con que cuenta el servicio .En cada agrupo se integran pacientes, personal y alumnos. Cada uno lleva sus implementos de limpieza. Se barre y luego se baldea , se pasa desinfectante y todo rincón queda limpio en dos horas de trabajo duro y responsable. Andrea no se exonera de la tarea. Ella hace la limpieza diaria y el jueves trabaja igual que los demás. Ella es muy diestra en el uso de la escoba y el trapeador . Su frágil cuerpo resiste la dura jornada. Una alumna va cerca de ella cuidando que no se resbale, que pierda el equilibrio y sufra algún daño , que a su edad tendría serias consecuencias. La música llena el ambiente y a su compás, se trabaja sin cesar, compitiendo entre los grupos por dejar mejor su lugar asignado ,por lo cual van a recibir una recompensa en el almuerzo.El viernes se presenta el grupo de danzas ,que brinda bailes típicos de los andes, todos animan el baile con aplausos cantando en coro la canción por todos conocida. Andrea participa del momento contagiada de la música y el espíritu festivo de la colectividad. Ella quizá fue una bailarina ,ágil, grácil, como una colibrí de multiples colores ,delicada, bulliciosa. Ella mira extasiada al grupo,sonrie,se lleva las manos a la cara ,tratando de enjugar lágrimas secas de esos diminutos ojos que ya no lloran ,ni de alegría, cansados de llorar,que apenas distinguen colores y formas, pero ya no ven . Sus rasgos faciales denotan su estado emocional. Ella ha aprendido a resistir la dureza de la vida que le ha tocado vivir riendose de ella, sobre todo compartiendo,estando siempre presente ,jamás aislándose, a pesar de todo ,estando siempre con el grupo ,allí donde la convocan .Hoy la danza la llama, antes de que termine se abre paso con cierta agilidad inverosímil ,se ubica en el centro del salón y comienza a danzar ,siguiendo el ritmo , su danza es un ritual de vida ,es un poema a la historia de quienes con sus manos transformaron el mundo agreste ,hostil, de las alturas, en un mundo de luz ,de esperanzas ,de creación pétrea,que hoy es admiración universal y pudo ser la más hermosa utopía humana.Ella venía de allí de lo utópico ,de un pueblo que pudo ser la cultura más alta a la que jamás llegó ni ha llegado la humanidad a pesar de sus poderes y recursos,que sólo sirven a unos pocos. Es casi un ritual de saludo y despedida y es la última danza de Rasuñiti, y con ella nos dice acá estoy presente ,frente a ustedes, siempre estuve presente y siempre estaré presente,porque ,quienes hicimos esta cultura,creamos este arte,labramos estas piedras y las convertimos en la puerta del sol en el templo de Coricancha, en Machupicchu, en las alturas, cerca y adorando al sol,somos y seremos por todos los tiempos ,estemos donde estemos , nos lleven a donde nos lleven ,aún en un manicomio. El grupo la mira admirado, convencidos que ella tiene una magia que va más allá de lo posible y que su danza es algo más que un simple baile es un mensaje de cómo vivir la vida a pesar de todo.Salió del escenario y se sentó a seguir haciendo su hilado con sus dos clavos, seguir enseñando a sus amigas lo que había venido a enseñar ,porque ello era lo que también le enseñaron en algún lugar de los andes, donde hay un valle y cae un arroyuelo rompiendo la montaña en profunda quebrada,quizá cerca de donde el cóndor ,rey de las alturas,anida.
El sábado se reúnen todas las pacientes para la escuelita. Cada una escoge un tema ,trae un libro de la biblioteca y prepara su lección para exponerla durante la semana ,por la noche ,de 6 a 8 , en el salón de clases donde el médico enseña a sus alumnos los viernes y sábados. Andrea nunca aprendió a escribir ni leer. Las alumnas le leen historias antiguas y lecturas que ella escoge por las figuras que atraen su curiosidad. Ella no deja de asistir a las clases de sus colegas, y escucha atenta lo que van explicando ,siempre sonriéndoles en muestra de aprobación y agradecimiento por su compañía. Hay algo que Andrea siempre tiene presente , es que no está sola ,que con ella viven otras mujeres, aunque no comprenda por qué viven tantos años encerradas.Algunas reciben visitas de sus familias, pero igual se van y se quedan, como ella, sola. Ella tuvo la esperanza de que algún día, como a las otras, alguien vendría por ella, mas el tiempo le demostró que a ella nunca la visitarían y dejó de esperar ,dejó de acercarse a la puerta cuando entraban las visitas y dejó de pensar en ello.
Los domingos son días de descanso . Muchas concurren a misa. Ella va ,porque la llevan .Ella va a donde la lleven ,siempre con una sonrisa. Escucha la misa y hace lo que los otros hacen. Su mirada dulce es siempre motivo de curiosidad de personas caritativas que dejan en sus manos un pan o una moneda. Ella todo lo guarda en su morral ,que lleva a todo lugar.Nadie puede decir que como todo orate, ella recoge cualquier cosa y lo guarda. Nada de lo que lleva escondido es inservible,por lo menos para ella y para quien sepa comprender la vida y obra de esa mujer. Ella vive para crear, para producir, ella crea y da formas, transforma y convierte en útil ,le da valor ,con sus manos, lo que otros arrojan por inservible. Sus obras son arte puro, son expresión de una actividad elaborada con la más alta sensibilidad, como expresión de una elevada percepción de la belleza ,armonizando formas, colores y contenido ,que tiene una finalidad clara, una utilidad real . Ella no hace nada por hacer, por pasar el tiempo. Ella no usa el tiempo en vano, para ella el tiempo tiene un valor y lo plasma en una obra, lo materializa en un objeto que lleva todo su aprendizaje social milenario ,dejando constancia que es una herencia cultural , que es parte de su legado histórico que ella se encarga de atesorar, y luego enriquecer, y transmitir, legar para que otros continúen llevando el mensaje de creación, de superación hacia niveles humanos cada vez más altos, como las alturas en las que se levantó la ciudadela del ombligo del mundo.Quizá,en algún momento de su vida en la ciudad ella extravió su razón ,producto del choque cultural, de la desadaptación y el trato duro que recibió en la casa de la metrópoli capitalina. Al ingresar al hospital se reinició su tarea ancestral, encontró tiempo para su creación que llevaba dentro y se puso a hacer lo suyo, lo que sabía, y ello ,su trabajo cotidiano reestructuró su normalidad, volvió a equilibrar su psiquismo alterado, volvió a codificar su bioquímica y todo se reflejó nuevamente como siempre había sido en su habitat social del que fue sacada abruptamente,nadie sabe cómo ni por qué. Allí está el mito de la enfermedad mental ,que ella , con su biografía testimonia en su verdadera dimensión social .La Colectividad terapéutica le permitió recuperar su normalidad,porque ella está estructurada con los mismos códigos informacionales de su vida anterior a la enfermedad. En la Colectividad Terapéutica ella encontró todos los elementos de su vida ancestral.
Un día ,al bajar de la cama tropezó y cayó.Siempre tuvo dificultad para subir a la cama ,porque el catre era demasiado alto,pero nadie se ocupó de cambiarlo y hacer más fácil el trepar a tal altura. Ella era bastante baja y con los años se había encorvado aún más por lo que se le veía como una pequeña mujer que necesitaba apoyo para lograr descansar en su lecho. De ello se ocupaban las amigas que dormían cerca de su cama . Esta mañana todas se fueron al baño y se olvidaron de ella .Siempre fue intrépida y pocas veces se veía limitada por las circunstancias.Al bajar una pierna se enredó en la sábana y se vino abajo . Trató de protegerse y cayó sobre su brazo derecho.Se escuchó un ruido sordo ,pero no hubo grito. María ,su vecina la vió en el suelo y trató de levantarla sintiendo un leve quejido que la asustó.Salió corriendo y se encontró con Gladis,a la que le comunicó lo sucedido. Gladis se dirigió hacia Andrea y la otra fue en busca de las enfermeras. Gladis le puso una almohada en la cabeza y la envolvió en la frazada ,a la espera de la ayuda . Llegó el personal y la subieron a su cama cuidadosamente. Una evaluación ligera mostró que tenía el brazo roto .Llamaron al médico de guardia el que dispuso su traslado hacia el hospital de emergencias. Vino la ambulancia y la llevaron. Andrea iba tranquila, su rostro mostraba extrañeza por lo sucedido. Nunca se sintió tan inútil, tan dependiente de los demás. Al verse en la ambulancia se preocupó pensando que la llevarían a un lugar extraño, donde no conocería a nadie y tendría dificultades por no poder comunicarse. El personal que la acompañaba la miraba y ella trataba de mostrarle una sonrisa. Nunca se le vio tan desvalida, recién se percataron de que era una frágil anciana. Siempre se le vio activa, compitiendo de igual a igual con sus compañeras en todas las tareas, por eso nunca se le trató como una verdadera anciana y dejaron que ella hiciera sus cosas y participe libremente en todo. Hoy ,tirada en la fría camilla de esa ambulancia se apreciaba la situación de Andrea y se le entendía en su edad cronológica ,en su dimensión humana vulnerable.Las arrugas de su cara se acentuaron en un ritual de dolor silencioso. En ella el estoicismo era innato, consustancial a su esencia misma de mujer andina , inmerso en su trajín de vida y sus diarios avatares. Ella jamás se quejó de nada,el hospital nunca gastó medicinas para alguna enfermedad importante,ni siquiera vitaminas se le daba, y cuando recibió algún golpe de una paciente agitada lo recibió serena, y con el agua cristalina,como sus lágrimas silentes, logró calmarse y resolver la tumefacción . El médico general que de vez en cuando venía al servicio ,la veía de lejos ,nunca tuvo que auscultarla y recetarle nada.Su presión estaba inalterada,y su pulso era firme ,como sus latidos cardíacos. Estaba inmunizada contra todo mal físico, a pesar de que otras de sus colegas tenían tuberculosis, o padecían males degenerativos , propios de la edad y las carencias propias de un manicomio pobre, abandonado por el presupuesto ministerial.Sabido era que , mientras para un paciente de hospital general se destinaba cien ,para un paciente mental era sólo diez.Siempre se pensó que el paciente psiquiátrico vive mucho, gasta poco ,y nunca se tuvo en cuenta el factor deterioro humano condicionado por el encierro y la carencia de recursos sociales.Andrea superó todo ello porque creó sus herramientas, elaboró sus propios recursos ,luchando así contra el deterioro y manteniéndose activa. Era lógico que su cuerpo se fuera decayendo ,perdiendo su fortaleza, y descalcificándose ,sin vitaminas ,sin nutrientes,esenciales para su mantenimiento y sobrevivencia. Ello sí era ajeno a sus posibilidades , no tenía recursos para fortalalecer su cuerpo.Sus huesos estaban frágiles.El médico de dicha unidad constató la fractura del antebrazo, con una radiografía se confirmó el daño. Mientras la examinaba la observaba con cierta curiosidad. Había leído en la hoja de referencia que venía del Larco Herrera. Todos tienen un prejuicio sobre sus inquilinos, inicialmente se sintió incómodo, había visto otros casos que fueron difíciles de atender, tuvieron que sedarlas fuertemente para evaluarlas . Esta anciana sonreía, no se quejaba, era tan dulce su mirada que él que se le acercara se veía invadido de ternura, inmediatamente surgía la imagen de un ser querido, de una madre ausente. El médico sintió una corriente de empatía infinita ante tanta fragilidad humana y sus temores se disiparon , y su voluntad se agigantó, tratando de darle a dicha anciana la mejor atención nunca antes dada a paciente alguna. Andrea notaba en las manos de dicho hombre la destreza del traumatólogo que le puso un yeso, y luego un cabestrillo ,le acarició la nívea cabellera y le dio un beso en la frente de agradecimiento por haberlo hecho sentirse útil , por haber conocido a un ser tan especial, a una mujer hermosa en la más alta expresión humana. Una duda quedó en su ilustrado cerebro, ¿es una paciente mental? Llamó a la auxiliar que la trajo y le entregó las indicaciones para su medicación,luego le dijo cálidamente. Cuide bien a mi viejita.Ella escuchó al médico y le regaló una sonrisa de agradecimiento .Regresaron al hospital esa misma mañana. Todos la esperaban en la sala grande para ver como se encontraba. Al verla bajar con su brazo cubierto y colgando de un pañuelo amarrado al hombro soltaron el llanto contenido y luego rieron al verla bien, caminando sola , abriéndole paso entre aplausos . Era un regreso triunfal al hogar donde estaban sus seres queridos que ella conocía y con los que vivía ya muchos años y no pocas aventuras, que iban haciendo sus vidas más llevaderas en el manicomio. Inmediatamente se integró a sus actividades cotidianas. Muchas ,desde entonces la valoraban aún más ,sabían que nadie soportaría con tanto aplomo ,sin queja un accidente tal. La colectividad Terapéutica siguió su ritmo habitual. El hospital ,como reflejo de la situación social se debatía en una grave crisis económica.Los alimentos escaseaban y cuando llegaban eran de baja calidad. Los periódicos dieron cuenta de huelgas de servidores de salud .Ellas solas tenían que enfrentar esas circunstancias . Se organizaban para cocinar y mantener el orden y limpieza,precariamente. La escasez de alimentos era mayor. Como sucede siempre, en situaciones de crisis social y económica plantean prioridades y los recursos se orientan a prioridades, por lo que los enfermos mentales quedan relegados. Para la sociedad no es prioridad atender a un enfermo mental. El Ministro de Salud habló de vender el hospital. Su terrero era apreciado por las inmobiliarias. Se construiría un nuevo recinto en Ventanilla, lugar antes usado para chancherías. Como al leproso, se le quería al enfermo mental lo más lejos de la ciudad. Andrea tenía dificultades para alimentarse ,se le hacía difícil digerir tan magra comida.Nadie se percataba de ello,porque la situación era confusa, tensa, para todos los miembros del personal que pugnaban por un salario digno, marchando en las calles. Andrea resiste , sigue creando, sigue transformando lanas y gasas recogidas ,en hilos que usaba para elaborar sus alforjas y bufandas.La mala alimentación ,minaba su organismo,y el abandono en el servicio por los problemas sociales llevaron a un deterioro físico que aceleró su partida. Andrea se va apagando lentamente , los años vividos habían logrado debilitar su ser y ella se entregó a la muerte segura de que cambiaría de lugar, como en la cosmogonía andina se iba hacia el otro lado hasta que todo cambie. Era un Pachacuti de su vida personal . La crisis social presagiaba cambios, anunciaba otra vida, otra situación para ella. Es tiempo de irse, de dejar este mundo para asumir otro espacio de su cosmovisión donde jugaría otro papel. En el mundo de acá ya había cumplido lo que se le encomendó, enseñó lo que aprendió de sus mayores, dio lo que le dieron, entregó lo que le encargaron y lo hizo bien ,ejemplarmente.
Amaneció silente .En el pabellón nadie hablaba ,nadie murmuraba, el radio que todas las mañanas llenaba el ambiente ,estaba callado …luego un rumor se hizo presente ,y se fue difundiendo por los pasadizos…ha muerto la abuelita…ha muerto Andrea…Se reunió ,como todas las mañanas el matutino,se inició la sesión ,Gladis levantó la mano y rompió el silencio “…ha muerto Andrea…” dijo, y todos callaron ..y todos miraron el espacio vacío de la banca ,junto a la puerta.Por la tarde su cuerpo reposaba en el mortuorio, próximo a la puerta falsa del hospital. Allí estuvo sola, como llegó y sola como vivió,junto a los otros ,enseñándoles lo que alguien le enseñó.Su recuerdo se quedó para siempre en la Colectividad Terapéutica del Pabellón 7.

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