jueves, 23 de agosto de 2012

Yo soy un Perrito Pug. 31. Mi entrenamiento en el Faro

Ya he cumplido 10 meses. Ahora me llevan a bañar en el veterinario. Ellos se dan una vuelta , de una hora y regresan por mi . El primer día me sentí abandonado. Nunca me había quedado solo con gente extraña. Tampoco voy todos los fines de semana, mi médico dice que esta bién cada quince días. En julio me regalaron un pañuelo con banderas peruanas que gustó a mucha gente. En agosto comenzó un curso de entrenamiento en el parque del faro. Los domingos, no suena la alarma del celular del papá y yo me veo en la responsabilidad de despertarlos uno a uno para poder estar en el lugar de entrenamiento a las 9 de la mañana. No es tan fácil despertar a mamá. Ella se tapa la cabeza con su ropa de cama y no la puedo hacer que me sienta. Tengo que subirme y jalar la cubrecama , fuerte, un buen rato, y ir de un lado a otro para que se despierte y salga de la cama. El primer domingo fue muy intenso. Había muchos perritos y poco personal de adiestramiento. Me tocó uno que no era muy especializado y me llevó a las pruebas dejando que otros le ganen los turnos. Felizmente los ejercicios ya los conocía, eran iguales a los del parque anterior al otro lado de la avenida arequipa. Me preocupaba ver a unos grandotes que temblaban todo al subir al puente . Cierto que es de tablas muy estrechas y da miedo mirar abajo, pero el secreto es pasar rápido mirando de frente. Los dueños van siempre cerca y algunos exageran porque van tocándolos a sus perritos,  no importa el tamaño, lo que muestra que son más engreidos que yo. Es un gran espectáculo ver tanta raza de perros. De la mía solo me encontré con dos, una madre y su hijo y que vivian por mi barrio. Eran ya mayores y se les veía las canas de la edad. Los más grandes eran más lentos que nosotros los pequeños. Ese primer domingo me cansé más que otros días. Felizmente que mis padres siempre llevan agua para poder calmar mi sed. Después de subir y bajar, saltar y pasar por los huecos de las ruedas, lo peor es ingresar a unos túneles de tela . Uno de ellos está armado de alambres y se ve la luz al final, es fácil de pasar, más si al final vez a tu mamá llamándote desesperada, tienes que salir a ver que le pasa, aunque, luego te das cuenta que la desespereación es por ti, ya que piensa que eres tan lerdo que no vas a salir y te puedes ahogar dentro. El otro tunel si está hecho para enfermar a cualquiera. El primer tercio es amplio, como el anterior, pero luego se cierra bruscamente, porque es una tela caida. Lo peor es que muchos se orina, seguro de miedo, y , por lo menos yo , se me vino la idea de identificar de quienes eran, y si alguno era mio. Les deje mi marca, por si tenía que regresar. La buena idea de las madres es que se van al final del tunel, agarran las dos manos y lo abren para que uno pueda ver la luz y orientarse hacia donde ir. Muchos se regresan a pesar de eso y ante la desesperación de sus dueños que se sienten que los dejan mal frente a tanto público. Lo que yo me pregunto es porque ellas y ellos no hacen las pruebas y nosotros nos sentamos a verlos o si necesitan valor para lograr hacerlo todo, vamos cerca para ir lamiéndolos mientras tiembla o se orinan  de miedo con la altura o la oscuridad de los túneles. Una prueba brava es el de el sube y baja. Subes por el que está bajo y al llegar a la sima , te encuentras con uno que está arriba y con tu peso comienza a bajar bruscamente, cayendo y golpeando fuertemente el piso. Me gustaría que se suba el gordiflón que me entrenaba para ver como cae
desde esa altura y se golpea la cabeza. El siguiente domingo si me tocó un tipo bravo. Se creía el macho dominante. Le dijo a mis padres que me engreían mucho, que ese arnes debería ser cambiado por una correa de ahogo. Ni lo pensó,  ni pidió permiso y me puso su correa, la que envolvió en mi cuello y me jaló fuerte porque me moví un poco. Acá el que manda soy yo, dijo y me hizo caminar a su lado , si me alejaba tiraba la correa y yo sentía que me faltaba el aire bruscamente. Ven como obedece, decía ufano. Claro, quien no va a pararse si lo están ahogando, más con la cara de malo,  ni zonso, preferible es parar y hacer lo que diga para que crea que el manda. Lo hará mientras tenga en sus manos la correa , pero si la suelta me escapo a ver si me agarra. Este pata, si era malo. Me llevó por todo el recorrido jalando la correa para que no me vaya de su lado. Al final dijo, ya ven como obedece. LO malo es que allí estaba mi hermano mayor y el le hacia caso y celebraba lo que el otro decía. Mi padre se quedó fuera del ambiente y miraba de lejos, yo sabía que el nunca me pondría tal correa de ahogo , y lo miré varias veces de lejos, su cara era de cólera y otras de pena al verme ahogado. No se acercó porque no me vio gritar, ni lloorar, pero ganas de daban de salir corriendo de allí y decirle que así no es, que no me han comprado para maltratarme porque no obedezco, o para que vaya cerca de ellos. Bueno, eso pasó y luego , como todos los domingos, vamos al otro parque y allí, mi papá me suelta , y corro hacia los árboles para oler quien pasó por allí y levantar mi patita de bailarín , como dice la tía paty, y dejar mi orina, para cuando regrese.
     Van dos domingos, espero que en el tercero  no esté el ahogador. Lo malo es que mi hermano ya se compró una cadena de ahogo y la quiere usar en la casa para tener controlado cuando viene la visita. Lo hará cuando está solo , pero con el papá allí no creo que lo haga . El ´piensa que hay que darme un trato humano, el dice, pero si no es humano. Felizmente que el menor también está en contra del ahogo y también la madre que vio que cuando lo probaban en la casa me sentí ahogar y casi grita par que me quiten eso. Lo cierto es que el mayor me quiere mucho, pero también quiere que sea obediente, tranquilo. Vamos a ver si eso lo hace con sus hijos. Lo dudo, porque , apenas tiene un tercio de la vida y ya lo hicieron padrino de un sobrino norteamericano, precisamente por querendón. Osea que es pura pose nada más . Estoy a salvo.



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